Abdelaziz Buteflika personificó en sus últimos días la esquizofrénica relación amor-odio que los argelinos sienten por su antigua metrópoli, Francia. Recordó una y otra vez los desmanes de la colonización francesa, pero al menor síntoma se apresuraba al hospital parisiense de Val-de-Grâce para recibir tratamiento envuelto en un gran secretismo