Uno de cada tres toneladas de gasolina exportadas por Rusia por vía marítima tiene como destino algún puerto africano. Es el resultado de un cambio de tendencia en el mercado de comercialización del fluido ruso, tras las sanciones impuestas por los países de la Unión Europea.
A esto se sumó también una modificación en una regulación dispuesta por Bruselas, que retrajo la oferta de algunos mercados clave como Países Bajos, por caso.
De esta manera, en Moscú cantaron ¡Bingo…! Se estima que en los primeros tres meses del año los embarques de combustible a países africanos se incrementaron en torno al 50%.
Un informe de la consultora Kpler, especializada en el mercado energético, sostiene que en el período enero-marzo de este año los países del continente africano importaron gasolina rusa por 812.000 toneladas, equivalentes a un tercio de las exportaciones totales de combustible ruso.
Entre los compradores se destaca Nigeria, que en el primer trimestre de este año importó unas 488.000 toneladas, más de la mitad del total que llegó a ese africano. Es casi trece veces más que las 38.000 toneladas importadas en el mismo período de 2022. Otros países con fuerte participación en la compra de combustible ruso son Libia y Túnez, por ejemplo.
Rusia reforzó los embarques a estos países del norte de África luego de que la Unión Europea y el G7 prohibieran las importaciones marítimas de productos refinados de origen ruso el pasado 5 de febrero.
En ese momento, Rusia debió buscar nuevos mercados para unos 2,5 millones de toneladas de gasolina al año (unos 60.000 barriles diarios) que hasta ese momento llegaban a Europa.
El G7, además, impuso un tope (price cap) de US$100 por barril en el caso de los refinados rusos (nafta y diésel) y de US$60 el barril de crudo de la variedad Urals, la que produce Moscú, junto a restricciones -algo menores- a la compra de gas natural, por razones de estricta conveniencia, pero buscando golpear a la economía rusa por la invasión a Ucrania.
Pese a ello, éste no es el único factor que incide en este giro del mercado ruso hacia África. El pasado 1 de abril en Países Bajos entraron en vigor nuevas regulaciones que exigen que las mezclas de combustible destinados a exportación cumplan con determinados estándares de contenido de azufre, benceno y manganeso.
Esto retrajo la oferta del combustible de ese país, y le dejó servido en bandeja el mercado norafricano a los rusos. En paralelo, también Letonia, otro socio de la Unión Europea, de alguna manera también salió del mercado.
El amigo letón
Hasta la imposición de sanciones, el puerto de Ventspils en Letonia era un centro receptor de gasolina rusa, que se mezclaba con una variedad local, para satisfacer las características de las demandas de los países africanos.
Según la consultora Refinitiv, Ventspils importó unas 550.000 toneladas de combustible ruso en el cuarto trimestre de 2022, que se esperaba que se exportara a África a principios de 2023, citó la agencia Reuters.
Sin embargo, “pasaron cosas”. Los embarques de gasolina de Letonia a África se agotaron totalmente en marzo y ahora el camino quedó libre para los rusos. En este contexto, Moscú exportó 1,9 millones de barriles de gasolina entre enero y marzo, que contrasta con los 1,3 millones de toneladas registrados en el primer trimestre de 2022, reveló Refinitiv. En paralelo, Rusia también está impulsando las exportaciones de su diésel a otros países africanos, a América Latina y a destinos en Asia.
Mientras Rusia parece haber sido bastante eficiente en la colocación de combustible a mercados alternativos, tras el cierre virtual de la plaza europea, la gran duda que subyace es qué pasará con los precios y la rentabilidad. “En cualquier caso, el tope de precios (price cap) de los productos refinados ha creado ineficiencias adicionales en el comercio de productos refinados, que es poco probable que se reviertan pronto, si es que lo hacen”, señaló la consultora Gibson Shipbrokers, en un informe citado por el portal Oilprice.com.