Cuarenta y cinco años después de la muerte de Mao Tse Tung, el 9 de septiembre de 1976, llamado «el Gran Timonel» de la Revolución China, cuya figura se vio opacada por las purgas contra miles de opositores, el coloso asiático avanza por el sendero de la prosperidad como una superpotencia mundial.
Nacido en el seno de una familia campesina, el 26 de diciembre de 1893 en Shaoshan, en la provincia de Hunan, en el centro del país, Mao ingresó en el ejército revolucionario que derrocó a la dinastía Qing, pero luego abandonó su puesto de soldado para continuar con su educación.
De ese modo, conoció en la Universidad de Beijing a Li Dazhao y Chen Duxiu, fundadores del Partido Comunista de China (PCCH), y en 1921 se comprometió de lleno con el marxismo, convirtiéndose en uno de sus teóricos principales.
En aquellos convulsionados años, los marxistas sostenían que la revolución debería ser llevada a cabo por trabajadores urbanos. Sin embargo, Mao opinaba que el campesinado debía ser movilizado para luchar por sus conquistas sociales.
Así se convirtió en el presidente de una República Soviética de China creada en la provincia rural de Jiangxi, cuyo Ejército rojo resistió los ataques de las tropas nacionalistas del Kuomitang de Chiang Kai-Sheik, hasta que emprendió la «larga marcha» hacia un lugar más seguro del país en el noroeste chino.
Fue entonces cuando se convirtió en el líder indiscutido del PCCH.
El primero de octubre de 1949, Mao proclamó la República Popular China yen 1966 la llamada «Revolución cultural proletaria
Sus tácticas de guerra de guerrillas y sus políticas agrarias le dieron a los comunistas ciertas ventajas militares frente a sus enemigos nacionalistas y japoneses, aumentando el poder de los campesinos.
El primero de octubre de 1949, Mao proclamó la República Popular China.
Pero su posición se vio cuestionada por los desafortunados efectos sociales del plan de activación económica, llamado «el Gran salto adelante», causante de una hambruna que mató a millones de personas, según informes de prensa.
Si bien el marxismo maoísta difería del Kremlin, cuando los comunistas tomaron el poder, la ex Unión Soviética respaldó al nuevo Estado.
No obstante, a raíz de las críticas maoístas a los «nuevos elementos burgueses», surgidos en ambos países, Moscú suspendió la ayuda económica en 1960.
Para afianzarse en el poder lanzó en 1966 la llamada «Revolución cultural proletaria», que convulsionó China y se convirtió en un error desastroso con la persecución de políticos e intelectuales del PCCH.
La purga lanzada por Mao destruyó la economía y buena parte del patrimonio cultural existente, causando alrededor de un millón de muertos, según informes del diario español El País.