Estas fotos fueron tomadas durante un viaje a la provincia de Guizhou en el que visitamos personas y lugares vinculados con el programa focalizado de reducción de la pobreza. Las líneas dibujadas que se extienden sobre las imágenes recuerdan bocetos de arquitectura. El socialismo, al fin y al cabo, es un trabajo de construcción constante. Este lenguaje visual hace referencia al nombre de la serie de publicaciones: construcción del socialismo, que este estudio inaugura.
La abuela Peng Lanhua vive en una casa de madera desvencijada de doscientos años de antigüedad, en una remota aldea de la provincia de Guizhou. Nacida en 1935, creció en una China sometida a la ocupación japonesa y llegó a la adolescencia durante la Revolución China.
Peng es una de las pocas personas de su comunidad que no quiso reubicarse cuando el programa gubernamental de reducción de la pobreza estableció que su casa era insegura para vivir. Desde 2013, otros 86 hogares cuyas casas fueron consideradas demasiado peligrosas o para quienes no se podía generar empleos localmente fueron trasladados a una comunidad recién construida a una hora de distancia en automóvil. Pero Peng tiene sus razones para no mudarse: tiene 86 años y la enfermedad de Alzheimer. Además de un seguro para personas de bajos ingresos y una modesta pensión, recibe ingresos extra de una nueva empresa de toronjas que alquiló las tierras de su familia. La empresa, cuyos dividendos se distribuyen a aldeanxs como Peng como parte de los esfuerzos nacionales contra la pobreza, se estableció para desarrollar la agroindustria local. La hija de Pen y su yerno viven al lado, en una casa de dos pisos que construyeron con subsidios del gobierno. Sus hijxs tienen trabajo. En otras palabras, sus necesidades básicas están cubiertas y la reubicación es voluntaria.
“No podemos obligar a nadie a mudarse, pero igualmente tenemos que proporcionar las ‘tres garantías y dos seguridades’”, dice Liu Yuanxue, cuadro del Partido enviado a vivir en la aldea para ver que todos los hogares salgan de la extrema pobreza. Se refiere a las garantías del programa gubernamental de reducción de la pobreza de contar con vivienda segura, atención de salud y educación, además de alimentarse y vestirse. Liu visita mensualmente a Peng, así como lo hace con todos los hogares de la aldea. A través de estas visitas conoce los detalles de la vida de cada persona.
“El suelo está muy desordenado”, dice Liu, reprendiendo en broma a la nuera de Peng en cuanto entra a la gran casa de madera. Ella también es integrante del Partido Comunista de China. En la pared, un poster del presidente Mao y a su lado, del presidente Xi Jinping, rinden homenaje a dos de los líderes socialistas de China que han marcado el curso de la vida de Peng. Bajo sus retratos hay una mesa gastada y una polvorienta jarra de agua de terracota, un router de internet con luces verdes parpadeando. Una serie de cables ethernet se extienden a diferentes rincones de la casa (cada casa tiene internet y televisión satelital CCTV gratuitos por tres años antes de que se les aplique una tarifa subsidiada). Hay bombillas de bajo consumo en cada habitación y una antena parabólica instalada junto a la lavandería colgante de Peng. Se construyó una ampliación de la casa con un baño y una ducha equipados con agua corriente calentada con paneles solares, mientras el suelo es de barro recubierto de hormigón. Como dijo Lenin, “el comunismo es el poder de los soviets más la electrificación de todo el país”. El fortalecimiento del Partido en el campo y satisfacer las necesidades concretas del pueblo han sido los pilares en la lucha de China contra la pobreza. La visita de Liu a la casa de Peng es solo una escena cotidiana de ese proceso.
El hecho de que Peng haya vivido en esta casa durante medio siglo también es producto de la Revolución. En la década de 1970, durante la Revolución Cultural, la casa fue confiscada a un rico terrateniente y redistribuida a tres familias campesinas pobres, entre ellas la de Peng. El que cuadros como Liu la visiten mensualmente, que su casa sea ahora un lugar seguro para vivir gracias a las recientes renovaciones, y que haya internet para conectar a las aldeas rurales más pobres con el mundo es la continuidad de esta historia revolucionaria. Después de todo, asegurarse de que lxs trabajadorxs y campesinxs del país, como Peng, tengan vivienda, ropa y cuidados forma parte de la larga lucha de China contra la pobreza y es una etapa fundamental en la construcción de una sociedad socialista.
El mayor logro de la historia en la lucha contra la pobreza
El 25 de febrero de 2021, el gobierno chino anunció que la extrema pobreza había sido eliminada en China, un país de 1.400 millones de habitantes. Esta histórica victoria es la culminación de un proceso de siete décadas que comenzó con la Revolución china de 1949. Las primeras décadas de la construcción socialista sentaron las bases que fueron profundizadas en los períodos de reforma y apertura. Durante este tiempo, 850 millones de personas salieron y fueron sacadas de la pobreza, es decir, el 70% de la reducción total de la pobreza en el mundo se dio en China. En la fase “focalizada” más reciente, que comenzó en 2013, el gobierno chino gastó 1,6 billones de yuanes (US$ 246.000 millones) para construir 1,1 millones de kilómetros de caminos rurales, dar acceso a internet al 98% de las aldeas pobres del país, renovar las viviendas de 25,68 millones de personas y construir nuevas casas para otros 9,6 millones. Desde 2013, millones de personas, empresas estatales y privadas y amplios sectores de la sociedad se han movilizado para asegurar que —a pesar de la pandemia— los 98,99 millones de personas de los 832 condados y 128.000 aldeas que faltaban, salieran de la extrema pobreza.
En 2019, cuando China entraba en las últimas etapas de su programa de erradicación de la pobreza, el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, dijo: “cada vez que visito China, me sorprende la velocidad del cambio y del progreso. [Ustedes] Han creado una de las economías más dinámicas del mundo, a la par que ayudan a más de 800 millones de personas a salir de la pobreza, el mayor logro de la historia en materia de lucha contra la pobreza”.
Mientras China ha estado luchando contra la pobreza, el resto del mundo, especialmente en el Sur Global, ha experimentado un retroceso. Las agencias de Naciones Unidas informan un gran revés en la eliminación de la pobreza fuera de China. En 2020, más de 71 millones de personas, la mayoría en África subsahariana y en el sur de Asia, han caído de nuevo en la pobreza, marcando el primer aumento mundial de la pobreza desde 1998 (ONU, 2020). Se estima que la crisis económica acelerada por la pandemia llevará a un total de 251 millones de personas a la extrema pobreza en 2030, elevando la cifra total a más de mil millones. El que China haya tenido éxito combatiendo la pobreza en tiempos de tantos retrocesos no es un milagro ni una casualidad, sino un testimonio de su compromiso socialista. Esto contrasta con la indiferencia de las sociedades capitalistas ante las necesidades de las personas pobres y de las clases trabajadoras, cuyas condiciones solo han empeorado durante la pandemia.
Este estudio examina el proceso a través del cual China logró erradicar la extrema pobreza como un paso fundamental en la construcción del socialismo. Basado en diversas fuentes de China y otras en inglés, este estudio se divide en cinco partes: contexto histórico, teoría y práctica de la reducción de la pobreza, reducción focalizada de la pobreza, estudios de caso, y retos y horizontes futuros. El Instituto Tricontinental de Investigación Social también realizó entrevistas con importantes expertxs chinxs e internacionales y realizó visitas de campo a localidades donde se realiza la reducción de la pobreza en la provincia de Guizhou, donde se encuentran los últimos nueve condados sacados de la pobreza. Allí visitamos aldeas pobres, proyectos industriales y lugares de reubicación. Hablamos con campesinxs, cuadros del Partido, empresarixs, trabajadorxs, jóvenes, mujeres y ancianxs que han participado y han vivido directamente el impacto de la lucha contra la pobreza. Entretejidas a lo largo del texto, sus historias son solo unas pocas de los millones de personas que han contribuido a este proceso histórico.

Satisfacer las crecientes necesidades de la gente por una vida mejor
Mi madre tiene dos hijas y un hijo más joven que ahora está trabajando en Guangzhou y siete nietxs. Mi madre trabajó muy duro para mantener la educación de sus tres hijxs. Ella misma solo pudo terminar el segundo grado de primaria y comenzó a trabajar poco después vendiendo verduras, saliendo muy temprano por la mañana y regresando a casa tarde en la noche. La vida era realmente dura cuando yo era joven. Comíamos siempre sémola de maíz y nunca teníamos arroz. Ahora mamá está aquí, cocinando para lxs niñxs, comprando comestibles y dando sus paseos de vez en cuando. Habríamos estado preocupados si se quedaba sola en su vieja casa. Ahora es mucho más sencillo para ella volver, ya que solo tarda dos o tres horas. Ella regresa a su antigua casa en ocasiones especiales. Lamentablemente mi padre, que nunca estuvo aquí, murió hace un par de años. Su mayor ilusión era venir a visitarnos, pero murió de una hemorragia cerebral.
– He Ying, presidenta de la Federación de Mujeres de China y vicesecretaria de la rama del Partido de la comunidad de Wangjia, distrito de Wanshan, ciudad de Tongren.
He Ying es una integrante reubicada de la comunidad Wangjia, donde se convirtió en líder del Partido. Su madre tiene 69 años, solo tres menos que la Revolución China. Su vida recorre la lucha multigeneracional contra la pobreza emprendida por el país. Días antes de la proclamación oficial de la República Popular China (RPC), el 1 de octubre de 1949, el presidente Mao Zedong dijo: “El pueblo chino, que constituye una cuarta parte de la humanidad, se ha puesto de pie”. La independencia de China llegó tras lo que se conoce como un “siglo de humillación” a manos de las potencias coloniales europeas, una sangrienta guerra civil con fuerzas nacionalistas y 14 años de resistencia contra el fascismo japonés, que cobró 35 millones de vidas chinas. A nivel interno, los señores de la guerra, el Partido Nacionalista y los terratenientes, priorizaron sus intereses de clase por sobre el bienestar del pueblo y del país.
Durante este período, China pasó de ser la mayor economía global a uno de los países más pobres del mundo. Aunque representaba un tercio de la economía mundial al comienzo del siglo XIX, su PIB cayó a menos del 5% al momento de la fundación de la RPC. En 1950, solo dos países asiáticos y ocho africanos tenían un PIB per cápita inferior al de China: Myanmar, Mongolia, Botsuana, Burundi, Etiopía, Guinea, Guinea Bissau, Lesoto, Malawi y Tanzania (Ross, 2021). En otras palabras, la RPC era la undécima nación más pobre del mundo en el momento de su fundación. Cuando los y las comunistas llegaron al poder, se enfrentaron al reto de revertir el declive económico y social de larga data del país, comenzando por satisfacer las necesidades básicas del campesinado y la clase trabajadora empobrecida.
De 1949 a 1976, bajo el liderazgo de Mao, el gobierno chino se centró en mejorar la calidad de vida de su población, que había pasado de 542 a 937 millones de personas. En los primeros años de este período, se abordó la pobreza transformando la propiedad privada de los medios de producción en propiedad pública y redistribuyendo las tierras de los terratenientes y señores de la guerra al campesinado pobre. La pobreza, después de todo, es una cuestión de lucha de clases. Para 1956, el 90% de lxs campesinxs del país tenían tierras para cultivar, 100 millones de ellxs estaban organizados en cooperativas agrícolas y la industria privada estaba efectivamente abolida. Las comunas populares organizaron la propiedad colectiva de la tierra y de los medios de producción y distribuyeron la riqueza colectiva, permitiendo que el excedente agrícola se invirtiera en desarrollo industrial y bienestar social (Sangui, 2019).
En el período de 29 años anteriores a la reforma (1949-1978), la esperanza de vida en China aumentó en 32 años. En otras palabras, por cada año después de la revolución, se añadió más de un año a la vida de la persona promedio. En 1949, el 80% de la población del país era analfabeta, indicador que se redujo en menos de tres décadas a 16,4% en las áreas urbanas y 34,7% en las zonas rurales. La matriculación de niñas y niños en edad escolar subió del 20% al 90% y el número de hospitales se triplicó. La descentralización de los sistemas de educación y salud de los centros urbanos de élite a las zonas rurales pobres fue clave. Este proceso incluyó la creación de escuelas secundarias para trabajadorxs y campesinxs y el envío de millones de médicos descalzos al campo. Se lograron avances significativos en la participación de las mujeres en la sociedad, desde abolir costumbres patriarcales en torno al matrimonio hasta aumentar su acceso a la educación, salud y cuidado infantil. Entre 1952 y 1977 la tasa media anual del crecimiento de la producción industrial fue 11,3% (Meisner, 1986). En términos de capacidad productiva y desarrollo tecnológico China pasó de no poder fabricar automóviles en 1949 a lanzar su primer satélite al espacio exterior en 1970. El satélite Dongfanghong (‘El Este es rojo’) tocó la canción revolucionaria del mismo nombre mientras estuvo en órbita durante 28 días. Los avances sociales, económicos e industriales en la transición al socialismo bajo Mao pusieron los cimientos para el período posterior a 1978.
Para la década de 1970 ya era claro que la economía china necesitaba una inyección de capital y tecnología y que necesitaba romper su aislamiento del mercado mundial. Como escribió después el líder chino Deng Xiaoping, “el pauperismo no es socialismo, menos aún comunismo” (Xiaoping, 1994). El gobierno introdujo una serie de reformas económicas, incluida la apertura de la economía al mercado mundial, pero —como China siguió siendo un país socialista— el sector público siguió siendo dominante y libre de control extranjero.
Durante este período, la economía de China creció a un ritmo sostenido nunca antes visto en la historia de la humanidad. Entre 1978 y 2017, la economía de China se expandió a una tasa media de 9,5% anual, multiplicando su tamaño aproximadamente 35 veces (Ross, 2021). Sin embargo, el crecimiento económico no es un fin en sí mismo, sino un medio para mejorar la vida de las personas. Entre 1978 y 2011, el número de personas viviendo en la extrema pobreza se redujo de 770 millones (80% de la población) a 122 millones (9,1%), medido con una línea de pobreza de 2.300 yuanes anuales.
No obstante, perseguir un rápido crecimiento económico acarreó grandes costos sociales y ambientales. La migración masiva a las ciudades aumentó la disparidad urbana-rural y la concentración en las industrias de la costa este dejó a las regiones occidentales y centrales muy subdesarrolladas. Según el Banco Mundial, el coeficiente de Gini (una medida de la desigualdad basada en los ingresos) aumentó de 29% en 1981 hasta su pico de 49% en 2007, y luego bajó a 47% en 2012 (Singh et. Al, 2013). Desde el punto de vista social, este período produjo un acceso desigual a servicios públicos como pensiones, seguridad social, educación y atención sanitaria. Ambientalmente, el rápido desarrollo pasó factura al aire, el agua y la tierra.
No sorprende que abordar la desigualdad se convirtiera en la tarea principal bajo el mandato del presidente Xi (2013 a la fecha). En el 19º Congreso del PCCH en 2017, el evento que se celebra dos veces por década y que determina las metas nacionales de política pública y la elección de los máximos líderes, Xi habló de la nueva era del socialismo y, con ella, la evolución de la principal contradicción que enfrenta la sociedad china:
A medida que el socialismo con características chinas ha entrado en una nueva era, la principal contradicción que la sociedad china enfrenta ha evolucionado. Ahora nos enfrentamos a la contradicción entre desarrollo desequilibrado e inadecuado y las necesidades siempre crecientes del pueblo de tener una vida mejor. China ha visto satisfechas las necesidades básicas de más de mil millones de personas, ha hecho posible básicamente que la gente lleve una vida decente y pronto completará con éxito la construcción de una sociedad moderadamente próspera. Las necesidades que hay que satisfacer para que la gente viva mejor son cada vez más amplias. No solo sus necesidades materiales y culturales han aumentado, sino también sus demandas por democracia, estado de derecho, equidad y justicia, seguridad y un mejor medio ambiente. Al mismo tiempo, la totalidad de las fuerzas productivas de China ha mejorado significativamente y en muchas áreas nuestra capacidad productiva es líder mundial. El principal problema es que nuestro desarrollo es desequilibrado e inadecuado. Esto se ha convertido en el principal factor de restricción para satisfacer las crecientes necesidades de la población de una vida mejor.
El período de reforma y apertura se considera, por tanto, como la precondición para construir un país socialista moderno. Fue durante este período cuando se alcanzaron dos de los tres objetivos estratégicos oficiales, garantizando que las personas tengan un nivel de vida digno y que sus necesidades básicas estén cubiertas. Continuar el proceso de reducción de la pobreza y asegurar que la gente pobre se convierta en parte de una “sociedad moderadamente próspera” (xiaokang) en el resto del país es un paso final en este período. En los años transcurridos desde el discurso de Xi, China ha movilizado a su pueblo —específicamente a las personas pobres— así como al gobierno y al mercado para eliminar la extrema pobreza, lo que marca una nueva fase clave en la transición al socialismo.