Etiopía fue a elecciones en medio de la pandemia y de una guerra civil entre el gobierno y la región de Tigré. El actual mandatario Abyi Ahmed trata de reforzar la línea de una política nacional por sobre la etnicidad, en un país bajo conflicto permanente. Son varios los factores a tener en cuenta: en primer lugar, los conflictos étnicos, la democratización de antiguas guerrillas, la guerra con Eritrea, y el más de 1 millón de refugiados que residen en el país.
Frente al Partido de la Prosperidad de Abyi Ahmed, se presentó una oposición hiper fragmentada, más de 40 fuerzas políticas presentaron candidatos y, a su vez, cada uno de ellas representa a pequeños grupos étnicos.
A diferencia de otros países del Cuerno de África, una de las zonas geopolíticas más conflictivas del mundo, los indicadores del crecimiento no son un el problema en Etiopía, sino la distribución inequitativa y el federalismo armado de las etnias que tienen una fuerte presencia en el país. Ese federalismo si bien, a priori, puede servir para visibilizar a las minorías también es un foco de conflicto latente que amenaza la gobernabilidad.